Zumbidos, tinta y China
Por Pablo Bobadilla
La ilustradora Lucía Mancilla Prieto presenta su serie de dibujos en blanco y negro en el espacio de Muy Rico Todo. En esta entrevista nos cuenta sobre sus técnicas y autores favoritos, sus aventuras por China, el silencio mental y la vida breve del pájaro Danilo.
¿Una cerveza o jugo? Son algo más de las 11 de la mañana, el sol brilla, quema y aprieta, estamos sentados estrenando unos bancos de plaza recién puestos en la terraza de Muy Rico Todo. Cerveza, dice Lucía que recién llega de un largo viaje a través de la ciudad, regresando de la casa de su novio en San Miguel hasta su casa en Congreso. Sobre nuestras cabezas unos alambres cortan el cielo azul. Estamos pensando cómo armar la muestra y qué obras exponer, el repaso incluye intervenciones, stickers, dibujos en blanco y negro e ilustraciones estampadas en remeras todos realizados con líneas precisas como la que delimita el perfecto contorno del flequillo de Lucía.
¿Podríamos colgar tus remeras chinas como si se estuvieran secando luego de haberlas lavado? ¿Cómo fue eso? ¿ Estuviste en China o lo hiciste por internet?
Mmm, tengo remeras pero quizá prefiera mostrar los dibujos. Estaba en China acompañando a mi ex pareja que estaba estudiando chino. Un día fui a un barrio que es el Palermo pequinés. Andaba buscando un Transformer, entré en una tienda que resultó ser de ropa, no de juguetes. Los dueños eran una chica china y un chico canadiense, hacían colecciones cada verano con ilustradores y diseñadores. Nos caímos bien. Me pidieron una carpeta con dibujos. Se la llevé y durante los meses que estuve ahí se desarrolló la colección. Estuve seis meses entre el invierno y el verano. Cuando volví me pasó que perdí el silencio mental. Allá, entendiendo dos caracteres, no podés leer un cartel, nada. Si la gente discutía en la calle no entendía porqué. Andás más tranquilo, quizá desconectado del entorno pero más enfocado en vos y fue bueno tener un proyecto.
Como en Lost in Translation.
Sí algo así, hace unos días me vi la que hizo Francis Ford Coppolla acá y es un cliché atrás de otro. Las medialunas, las parejas discutiendo con gestos exagerados, las locaciones que parecen salidas de una guía para los chicos norteamericanos viajeros.
Qué distinto a lo que logró Won Kar Wai en Happy together, mostrando una Buenos Aires cruda. ¿Cómo te relacionaste con el panorama cultural en China siendo extranjera?
En China la movida la agitan los extranjeros que llegan con otras formas, los flyers son en inglés y chino. Vi justo el furor por Gastón Caba en el sur de China, ¡es enorme! Lo aman las multitudes y acá cuando volví y lo fui a ver tocar, éramos diez en total.
La cerveza nos refresca, comparamos las situaciones de la hija de Francis Ford Coppolla y del hijo pintor de Claudio Paul Caniggia, hijos de personas famosas con inquietudes artísticas. Tiene sentido hablar de cine con Lucía: sus dibujos son muy cinematográficos, construidos como pequeñas escenas con cuidado de la luz, el encuadre, la escenografía, en su web ella recomienda el link de Can Can Club, un estudio de animación pero aclara: “El Can Can Club es el estudio de animación de unos amigos de los que soy una gran admiradora. A veces los visito y me convidan mate y dibujamos, y también trabajé con ellos colaborando en distintos proyectos pero siempre como dibujante, ¡no como animadora porque de eso no tengo idea!”.
Lucía opina que las obras hiperrealistas de Caniggia- que recién se empezaban a exhibir en Buenos Aires- prueban que sabe pintar y dibujar, valora que se haya despegado de la actividad del padre pero resalta que lo hay que ver es si tiene algo para contar en un largo plazo. Cuenta también que está preocupada por un pájaro, no Caniggia, sino Danilo. Le digo que le puso nombre de tortuga ninja, Ariel Chavez que va y viene con nuestro escenógrafo residente Camilo Caycedo midiendo la terraza y planeando la instalación dice que tiene un tío llamado Danilo, pero que tampoco es ninja aunque conoce a Gabriel Batistuta. Nos olvidamos de Sofía Ford Coppolla y todo indica que vamos a empezar a hablar de Guillote. Lucía retoma a Danilo, no sabe qué clase de ave es, si se trata de un ave rapaz o un canario. Alguien lo encontró en un patio, en el piso y ella se lo llevó a su casa. Tomó una decisión difícil, no había un nido al que devolverlo y el pájaro no podría haber sobrevivido por sí mismo. Ella y su entorno lo están cuidando hace unos días y esperan que aprenda a volar aunque es un pichoncito frágil y con un apetito voraz.
En algún momento de la nota debería contarles que Lucía Mancilla Prieto nació el 5 de octubre de 1982 en Buenos Aires, ella resume su relación con el arte y el estudio: “Dibujo desde que tengo memoria, aprendí a escribir en función de ponerle palabras a una historieta, después de eso estuve en el negocio de los cómics por un tiempo en la primaria, vendiéndoles mis cuentos fotocopiados a mis compañeras. Cuando terminé el colegio seguí dibujando. Desde entonces estuve en un workshop de artes plásticas para estudiantes secundarios en Dresde (Alemania, 2001). Entré y salí de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano (2001). Asistí al taller escuela de María Luisa Manassero (2001-2005) y al taller de artes gráficas de Florencia Fernández Frank (desde 2002). En esos años también estudié mucho alemán y estuve unos meses viviendo y dibujando en el este de Alemania. Participé de algunas muestras. En el verano de 2008 realicé el seminario sobre libro álbum ilustrado a cargo de Istvan Schritter”.
Nos empiezan a merodear mosquitos.
¿Los matamos con la indiferencia?
Creo que te pican una vez y mueren, pero sólo te pican si te ven amenazante.
¿Cuál fue el detonador para la serie de dibujos sobre insectos?
Empecé a realizar dibujos con insectos en el 2007, siempre dando vueltas en torno al relato a partir de uno o varios personajes. Antes de eso, todo el tiempo estaba dibujando principalmente niñas en diferentes situaciones y cada vez más se enmarcaban en jardines, patios, o campos, así que la relación con los insectos llegó como una variante casi natural de la temática. Dibujaba niñas que de alguna manera se relacionaban con el mundo de los insectos: a partir de alguna fantasía o temor que transforma la relación entre los personajes y la entidad de cada uno, como por ejemplo una mosca que crece hasta adquirir proporciones gigantes y es observada desde la lejanía por una chica temerosa, o la muchachita que se asoma entre el pastizal con un bicho entre las manos como su secreto mejor guardado.
Más tarde, los insectos y las chicas se fusionaron y comenzaron a aparecer seres híbridos en aspecto anatómico pero más femeninos en su gestualidad, quizás buscando caracterizar el mundo de las chicas, pero con un disfraz. Tuve una experiencia bastante particular durante mi estadía en China y que me llevó a desarrollar este último tipo de personajes. Allá, la imposibilidad de comunicarme por no saber mandarín me aisló y me generó un estado casi permanente de extrañamiento, pero en el buen sentido. Al principio me daba gracia, después me resultó un poco desesperante y finalmente le encontré el gustito. La ausencia de la palabra me permitía observar más atentamente los gestos de las personas y si bien ese lenguaje se me antojó exagerado, con el tiempo se naturalizó, y creo que en ese mundo que me armé aparecieron las chicas-insecto.
Terminamos la cerveza, derrapamos hablando de Alberto Olmedo y Carlos Monzón y cómo uno popularizó “Pipí cucú” la frase que el otro inventó al tratar de pronunciar Merci Beaucoup durante una entrega de premios en Francia. Lucía se va a cuidar a Danilo un rato, repite su preocupación porque justo unos días después se irá de vacaciones a Córdoba y lo volverá a dejar solo. Le pregunto si ya lo dibujó y dice que no. Combinamos seguir la entrevista por mail y 3 días después recibo un correo suyo:
“Te pido mil disculpas por no haber enviado el mail antes como lo había prometido, estuve con una entrega de trabajo y los preparativos para el viaje, sumado a que (y acá viene la respuesta a tu pregunta) Danilo el pajarito desmejoró muchísimo de salud desde ayer y hoy finalmente murió, después de una larga agonía. En fin, lograr mantener un pichón con vida es muy muy difícil. De todas formas, no sabíamos demasiado bien cómo llevar su crianza adelante, fuera de su hábitat. Al menos ya no sufre, lo mejor es quedarse con eso.”
Lucía cambia de habitat una vez más como cuando en su adolescencia cruzaba todo el conurbano en busca de skateparks y recitales de punk. Ahora está regresando desde un caserío muy chico en las sierras cordobesas llamado La Serranita, sin compu, sin señal en el teléfono: “óptimo para descansar”, define Lucía y pasa a responder las preguntas enviadas.
¿En qué lugares estuviste en China?
Durante mi estadía en China hice base principalmente en Beijing pero también conocí de refilón otras ciudades, mayormente en plan turístico. Las más importantes, o conocidas, fueron Harbin, adonde me llevó el festival de esculturas de hielo y luces que se celebra en el crudísimo invierno; Xi´An, donde ví el Ejército de Terracota; Shanghai, donde se celebraba una feria comercial a la que debía asistir; Shàntóu donde visitando a una amiga descubrí la riquísima comida cantonesa y ví a su familia recordar a sus ancestros con ofrendas, y Qingdao, a la que me llevó el trabajo y tiene una hermosa playa de ciudad.
En tu web contás: “Admiro muchísimo a Saul Steinberg, Sempé y Hayao Miyazaki” , ¿Qué te atrae de sus obras? ¿Tenés alguna favorita de cada uno?
Me encontré con un libro excelente de ilustraciones y viñetas humorísticas de Steinbergun día en el taller de Flor (Fernández Frank). Era una edición alemana del trabajo de Steinberg que había sido de su abuelo y ella me lo mostró como referencia a partir de unos dibujos que yo estaba haciendo. Lo ví y flasheé: me hizo pensar en todas las cosas que más me gustan de la ilustración como la línea negra y compleja, la gran narración plagada de microrelatos…me reí mucho también, lo disfruté en grande. Bueno, siempre que veo sus imágenes lo hago, es como ver una película, y caracteriza tan bien la época y las ciudades que le tocaron vivir… Hasta que me descubrieron ese libro yo no conocía nada de él. Y de hecho sólo ví su trabajo impreso en ese libro, y que únicamente puedo ver cuando visito el taller de Flor. El libro no sale de ahí. El resto lo pude ver a través de internet, como las tapas que hizo para la revista New Yorker y demás, pero claramente no es lo mismo…
Con Sempé tengo una relación de muchos años que comenzó en la primaria, cuando me iba a la biblioteca en los recreos porque tenían muchos libros muy divertidos, entre ellos, toda la serie del pequeño Nicolás, escrita por Goscinny e ilustrada por Sempé. Cuando leía las aventuras de ese chico de mi edad me pasaba bastante lo que me sucedía -y sucede- con Steinberg… sentía que estaba charlando con un amigo, uno simpaticón que me hacía reír todo el tiempo. La línea de Sempé tiene eso, una especie de síntesis arremolinada que se me hace muy muy graciosa, aún cuando también sea su arma para hablar de cosas más difíciles, tanto en su producción dirigida a niños como las de adultos. Le admiro especialmente las escalas que utiliza entre los diferentes objetos que componen una ilustración, ese estilo suyo compacto y homogéneo para los personajes pero tan dinámicos, un poco redonditos, de narices complejas, medio francesas… Como Steinberg, creo que Sempé es un gran narrador gráfico.
Y la cuenta culmina con las excelentes pelis de animación de Hayao Miyazaki, de quien también aprendo todo lo que puedo. Miyazaki desarrolla sus personajes con una complejidad que me conmueve. Cada una de sus historias se enriquece con los relatos de la vida cotidiana de sus protagonistas. Como Kiki (de la peli Kiki´s Delivery Service, 1988) por ejemplo, que va al supermercado y se queda sin dinero, debiendo así calcular que el resto del mes va a comer nada más que arroz. O cuando la muestra trabajando en la panadería podés ver la cocina, sentirle el olor al pan y el peso de las bandejas o ver la cantidad de clientes que hay en el salón de ventas en un momento determinado del día, la luz y el sopor…
Mi predilección por Miyazaki me llevó hasta el Museo que tiene el Studio Ghibli en Mitaka, Japón. Fui con mi Mamá, que no conocía nada de su trabajo y salió contentísima, y se compró imanes de Totoro.
¿Con qué frecuencia vas al taller de Florencia Fernández Frank?
Al taller de Flor voy ya hace muchos años. Nuestra relación talleril comenzó en el 2001. Si bien hubo años que he ido con mayor frecuencia, en la actualidad visito el taller una vez por semana. Es un espacio muy importante para mí, dado a que lo utilizo para desarrollar inquietudes relacionadas con mis fantasías, esas historias que tengo ganas de contar. Si bien es cierto que deposito cuestiones personales en mi trabajo como ilustradora, en el espacio de taller puedo olvidarme de las exigencias del encargo.
¿En qué enfocás tus prácticas allí?
Siempre trabajo con cuestiones que me van surgiendo en torno al dibujo y a la ilustración, cómo presentar mejor el relato, con qué medios…
¿Cuáles son tus materiales predilectos para trabajar?
Mientras más delgada y precisa sea la línea de base de mis dibujos, mejor. Para eso tengo tres herramientas fundamentales: un lápiz de mina de 0.5 mm, un estilógrafo descartable de la misma medida y un pincel bien finito cuyo número puede variar del 1 al 5, siempre redondo. Si necesito generar una línea más gruesa cuento con herramientas de puntas más anchas, pero a veces me gusta engordar la línea sumando o superponiendo trazos finitos. Puede sonar poco práctico, pero el tiempo que me lleva cada dibujo es un aspecto importante que por ahora no pienso modificar. Las horas puestas en las ilustraciones a veces se notan a simple vista y otras no, me gusta pensar que el que lo desee pueda reparar en ese detalle.
Pasaron soles, lluvias y la vida de un pájaro y llegamos al final de la entrevista.
Quienes quieran pasar algunas horas disfrutando las obras de Lucía pueden visitar su expo de un día en Muy Rico todo. Para deleitarse un poco más pueden visitar su web y su flickr donde pueden dar la vuelta al mundo mirando las fotos de sus viajes.