Una vuelta al Italpark
Por Chava
Un recorrido por ese parque de diversiones, dedicado a aquellos nostálgicos que todavía recuerdan, al juntarse entre amigos, haber estado en juegos como el pulpo y el tren fantasma.
Durante las tres décadas en que funcionó, el Italpark se convirtió en un ícono. Más de una generación pasó su infancia o adolescencia en este parque de diversiones que, lamentablemente, tuvo un final trágico en 1990 cuando se desprendió un carro del Matter Horn, provocando la muerte de una chica de 15 años. El parque, hacía varios años abandonado a la buena de dios, se clausuró y fue a un juicio que terminó siete años después.
Pero volvamos atrás, a los días felices. Cerremos los ojos y recordemos. Seguramente lo primero que nos viene a la memoria son los juegos más populares como los autitos chocadores, el juego de las tazas, Dumbo, el pulpo y la Gruta de los Fantasmas. Pero nos quedamos cortos, porque con alrededor de cuatromil metros cuadrados, era el parque de atracciones mecánicas más importante de Sudamérica de los años 80. Tenía treinta y cinco juegos electromecánicos que fueron importados de Italia, lo cual le daba el nombre de Italpark, complementados por algunos stands.
Allí los chicos hacían cola para subirse a los juegos mientras comían golosinas: Naranjú, helado Patalín, caramelos Fizz, pastillas Yapa o Punch, paragüitas o, ¿por qué no? los Tubby 3 y Tubby 4. Y sí, esos eran los ochenta, época de esplendor del parque, cuando todos los niños adorábamos al hipopótamo de Pumper Nic y al señor Televisor. Nada que ver con estos chicos de ahora, mucho más precoces, que a los siete años ya tienen celular y saben más de tecnología que nosotros. Admitamos que éramos medio nabos, si hasta usábamos el pelo con jopo o corte taza a lo Carlitos Balá. ¿Acaso miles y millones de fotos escondidas en álbumes familiares no lo demuestran?
Uno de estos nostálgicos que todavía recuerdan el parque es Dino Bruzzone, quien fue construyendo maquetas a escala del Italpark, a las que luego sacaba fotos, como las que se pueden ver en esta nota. El autor de estas originales obras de arte, explicó en una charla: “Hago fotos de maquetas que realizo pensándolas para ser fotografías. Considero que la maqueta es una obra de arte, trabajo hace 14 años con esta idea. Me interesa que las maquetas se exhiban y produzcan un juego en el espectador entre la visión de los juegos y la maqueta. Para la serie Italpark estuve alrededor de un mes con cada foto. El mecanismo es artesanal, y es en sí una obra de arte”.
El resultado es un trabajo que juega con el límite entre fantasía y realidad se deshace, se pierde en un espacio donde la presencia de seres humanos se siente a través de su ausencia. Tal como es hoy la ausencia del Italpark para aquellos que, en nuestros días felices, lo transitamos con ingenuidad. Volvamos entonces una vez más, con los ojos cerrados, a subirnos al pulpo y dar un par de vueltas.
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