Tira, hermano perro

Por Lucía Aguilera

La nueva y disparatada apuesta de FX en este 2011: Wilfred.
Un muchacho lleno de miedos, una vida para recomenzar, y un fumón aficionado vestido de perro.*

Me sucede más que nada por la mañana. Mientras camino al trabajo pienso en lo que deseo cambiar, proyecto lo que me gustaría, cómo podría acercarme un poco más a algunas cosas que quisiera para mí. Hay veces que creo que la respuesta está en algún hecho radical: un despido, un golpe de suerte, un llamado sorprendente.

Aún reconociendo que la clave es meramente la voluntad individual, a veces esperamos que el empujón venga de algún lado. Claro que no se trata de un hecho personal y aislado. Pensar en darle la espalda a los deberes impuestos, a los mandatos, a lo que se espera de uno, resulta tan humano, tan arquetípico, que estos cuestionamientos son algunos de los pilares de Wilfred, la nueva serie de FX, presentando una propuesta osada y digamos, peculiar.

Esta vez, se trata de una adaptación de la serie australiana del mismo nombre, protagonizada por el amiguito Elijah Wood, que encarna a Ryan, un joven atrapado en sus deberes, su mediocre profesión de abogado, su soledad, una pérdida de rumbo general, y el vínculo que comienza a establecer con el perro de su guapa vecina Jenna.

El nivel de desasosiego de Ryan es tal, que el primer capítulo comienza la noche en que va a llegar a cabo su fallido suicidio, licuando un frasco de pastillas en un batido proteico. Interrumpido en su desesperación por la chica de al lado, acepta cuidar a su perro. Wilfred entonces, aparece en su vida. Por algún singular motivo que no termina de quedar del todo claro, mientras el resto de la gente lo ve como a un cuadrúpedo, a él se le presenta bajo la forma de un hombre treintañero, barbudo y malhablado, con un disfraz de perro.

La mascota hace su aparición en la vida de Ryan cuando él, ante el hastío y el temor de cambiar de rumbo, elige quitarse la vida. Desde ahí empieza a funcionar como una voz interna (no siempre sensata o prudente), como compañero y consejero: lo obliga a escucharse, a huir de lo que no lo hace feliz, a ser sincero con él mismo, llenando un hueco de compañía y –paradójicamente- humanidad que le faltaba.

Todo lo que pasa a partir de ahí es delirante, surrealista, pero mantiene una unidad de sentido. Admito que me sedujo la idea disparatada de esta serie sin llegar a enloquecerme, sin embargo hay varios puntos que me encantaron: uno es el contraste de ver a un hombre fornido que maldice, toma cerveza mientras mira televisión, le encanta fumar, tiene autoridad sobre la vida y la personalidad del hombre, pero viste un disfraz de segunda, apelmazado y viejo, como animador de los trenes de la alegría. También la manipulación que practica sobre el débil y vacilante Ryan, empujándolo a salir de su actitud cobarde, miedosa, ensimismada. Ejerce presión, lo increpa para que tenga el coraje de enfrentar a su hermana que lo subestima, a reaccionar frente a su furia contenida y ganar un espacio en su propia vida.

Pero está muy lejos de ser un referente juicioso o equilibrado. Funciona como una voz de su conciencia en su faceta más irreverente, cuestionable, guaranga y políticamente incorrecta: tiene sexo con peluches, plantea soluciones absurdas, nunca lo deja en paz, fuma mucha marihuana y usa frases como “no seas imbécil, el trabajo es para los inmigrantes”. Un alter ego mucho más posible del que uno quisiera, que desajusta toda posibilidad de dramatismo.

Wilfred es la presencia que da un volantazo al rumbo de Ryan. Lo provoca para llevarlo a lugares nuevos, rearmarse y volverse el motivo para darle la espalda a todo lo que no quiere ser.
El chiquitín temeroso, sin amigos, sin vida social y recientemente separado por una razón tan extraña como la tira, comienza a redescubrirse. El perro también lo arrastra a problemas, confusiones y cadenas de malos entendidos. En parte de eso se trata; compensación y paciencia.

En un marco disparatado y surreal se plantean dilemas de orden filosófico y psicológico en verdad interesantes: la soledad, la posibilidad de elegir una nueva perspectiva para seguir adelante, optar por una vida distinta pero posible, pelearse y reconciliarse con algunas decisiones, arriesgar, rearmar y no tomarse todo tan en serio.

Claro que leer una descripción así puede resultar, al menos, dudosa, pero créanme: cuando pasan unos minutos, se va volviendo verosímil y extrañamente razonable. Bajo esta referencia, no me resultaría tan raro encontrarme a alguno de ustedes en algún parque reclutando canes, contando pesares a sus mascotas o tratando de buscar las respuestas y el ánimo en el ser más improbable.

*Aún sin fecha confirmada de salida al aire en Argentina, por el momento sólo se puede ver a través de la web.

Para más información:
www.cuevana.tv

Ilustrada por:
Pablo Bisoglio
www.pablobisoglio.com.ar@Pablo Bisoglio

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