Poética del espacio

Por Leonardo Martínez

Hasta el 26 de enero se podrá visitar en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires una original instalación del reconocido artista Argentino Jorge Macchi.

La obra se llama Container y es de metal; su medida está cifrada en uno de los extremos del inmenso objeto azul, donde unos números y unas letras declaran, entre otras normas comerciales, su capacidad de almacenamiento, el vacío que contiene el container: el volumen. Está ubicado en el subsuelo del museo y atraviesa en diagonal una gran sala de esquina a esquina, de abajo hacia arriba; es decir, en una punta los vértices tocan el piso y en la otra tocan el techo. Esta inclinación permite al visitante pasar por debajo del container hacia la otra mitad del espacio de la sala; no sin cierto vértigo, claro, de que el pesado metal azul caiga encima de la cabeza y aplaste nuestro precario cuerpo.

Por supuesto no hay peligro físico en la sala, todo está bien sujeto, nada se mueve, tampoco el tiempo. Excepto la mente inquieta que intenta comprender con asombro cómo se pudo ingresar tamaña estructura a una sala cuya puerta no lo permite. El container, así inclinado e inmenso, ocupa de forma absurda e invasiva la sala; se impone como un elefante en una habitación, una pregunta gigante ante nuestros ojos, que el artista formula así: ¿Qué pasa cuando querés colocar algo en una habitación y no entra, y lo hacés igual pero de una manera estrambótica, totalmente  disfuncional?

El tema de la obra es el espacio, el objeto y el sujeto. Estos tres elementos constituyen la propuesta principal de Jorge Macchi (n.1963). El objeto encerrado por los límites que impone la arquitectura, sugieren un espacio y una escala al sujeto que contempla; una ética que enseña la precariedad del individuo abandonado en esas dimensiones: “Son todos signos pensados para llevar al espectador… llevarlo de la mano hasta el medio del bosque y ahí soltarlo”, dice el artista. El tiempo y espacio es una inquietud recurrente en la poética de Macchi. En esta instalación vuelve a plantear -como en otras propuestas del mismo autor-, la paradoja de Zenón sobre la imposibilidad del movimiento -o la ilusión de éste-, la cual plantea que el recorrido de una flecha desde el arco a su objetivo es imposible -en términos teóricos-, puesto que la flecha, para llegar, siempre debe pasar por un tramo del espacio. Así, dividiendo al infinito cada tramo por el que debe pasar, siempre la mitad de la mitad, la flecha no avanzaría nunca. El container es un objeto de transporte, de partida y de llegada, como el origen y destino de una flecha. Detenido en ese espacio, el container aparece como una metáfora, la flecha condenada por una paradoja a la inmovilidad. Una forma de controlar el azar, diría el artista, quien encontró en la ficción esta posibilidad.

Descontextualizado de su vida útil, el container parece perdido. Ya no trasporta nada material ni es trasportado: fue convertido en una escultura. Esta operación nos recuerda a los ready-made del conceptualista francés Marcel Duchamp (1887-1968), el cual exhibía un clásico objeto de la vida (una rueda de bicicleta, un mingitorio) en un museo, intervenido con su legitimada firma, con la intención política de cuestionar la institución artística y su sistema arbitrario de evaluar el arte y su prestigio. El container permite la reflexión sobre el arte y el comercio, ya que el depósito y el trasporte de bienes es su función. Pero éste no pierde la forma en desmedro de la idea o los juegos intelectuales que plantea; la bella dimensión azul está llena de un espacio poético que asombra; extraña experiencia de volver -no sin nostalgia- de aquel sublime bosque donde el artista nos había soltado.

La muestra podrá visitarse hasta el 26 de enero en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Av. San Juan 350, CABA.

Para más información:
www.museos.buenosaires.gob.ar/mam2.htm

@Jorge Miño@Jorge Miño

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