Mariano Pensotti y sus animales grotescos

Por Chava

Cada uno es un mundo, y este joven dramaturgo se encarga de mostrarlo a través de personajes cuyas vidas se despliegan en inusuales propuestas de tiempo y espacio.

El pasado es un animal grotesco, fue la última obra estrenada por Mariano Pensotti, y una de las mejores y más originales que se pudo ver en cartel en los últimos años. El joven dramaturgo apostó a una propuesta demencial que consiste en un escenario giratorio dividido en cuatro. En cada parte del escenario, un personaje es el protagonista y los demás, extras. De esta manera se narran cuatro historias que abarcan diez años, en el período que va de 1999 al 2009, y el traspaso de los 25 a los 35 años, “el momento en el que uno deja de ser quien cree que va a ser para convertirse en quien es”. Las vueltas de la vida, se ponen en escena.

Por ejemplo, una de las historias es la de Mario (interpretado por Juan Minujín) que intenta buscar un rumbo en el mundo del arte, y pasa por tocar música hasta entrevistarse con el cineasta Leonardo Fabio. Después está la historia de Vicky (Pilar Gamboa), quien descubre que su padre tiene una familia paralela con una hija de su misma edad. Otra historia es la de Laura (Julieta Vallina), que se escapa de su pueblo y se fuga a Francia, pero luego vuelve y es contratada como actriz en Tierra Santa, donde conoce a otro actor, que termina inmolándose por cuestiones religiosas. Otra es la de Pablo (Javier Lorenzo), que al abrir la puerta de su casa encuentra un paquete con una mano, hecho que lo lleva al borde de la locura. De lo cotidiano a lo extraordinario, y del realismo a la ficcionalidad. Muchas de estas historias, terminan de manera muy similar a como comenzaron, dando cuenta de las idas y vueltas de la vida de una generación, en un período de autodescubrimiento.

“Los grandes acontecimientos sociales a veces influencian nuestra vida privada y a veces no. La relación entre lo histórico social y lo histórico privado puede tener diferentes maticies. Por otro lado, el recorte que puede hacer el arte sobre un periodo histórico siempre es parcial. Uno termina cayendo en clishés de representación. A mí lo que me interesaba no era sólo narrar una década sino a los personajes influidos por el contexto. El pasado es un animal grotesco porque cada vez que uno lo recuerda, cambia de forma. Al final lo que queda es el relato, el deseo de aprehenderlo”, explicó Mariano Pensotti en un seminario.

No hay una historia central sino una colección de historias breves que se cuentan a partir de una escenografía adornada con pocos elementos, sin cambios de vestuario ni de maquillaje. Es impresionante el desempeño de los actores, que se pasan toda la obra corriendo de un lado para el otro para seguir el ritmo de ese carrusel. Cada historia a la vez está narrada por la voz en off de alguno de estos actores, agregando información a las acciones que realiza cada personaje. El paso del tiempo se nota en su cansancio, ya que la obra dura tres horas. En las cuales los actores, como sus personajes, envejecen.

Hace tiempo que la dramaturgia de Mariano Pensotti se propone trabajar con el espacio. Por ejemplo, La marea, obra que marca el punto de quiebre con lo que venía haciendo. Allí intervino un espacio público situado en el pasaje Rivarola, en el centro de Buenos Aires, donde desplegó una serie de ficciones, centradas en representar la teatralidad diaria que encontramos cuando miramos a los demás y nos preguntamos por sus microhistorias. Se trata, por ejemplo, de una pareja que está a punto de separarse, una chica con insomnio, otra pareja que se da su primer beso en la calle, un accidentado de moto que recuerda su vida mientras se arrastra tras el accidente y un padre en la fiesta de su hija que reflexiona desde el balcón, entre otros. Algunas escenas son en espacios cerrados y otras al aire libre, todas al alcance del espectador voyeurista. Gracias a la teatralización, el espacio público se convierte en un espacio escénico.

Otra de sus múltiples obras, en la que trabaja con una puesta original, fue Interiores, pensada como una colección de cuentos o una novela con personajes y capítulos diferenciados. ¿Dónde ocurría? En diferentes departamentos de un edificio, entre los cuales el espectador podía moverse, e incluso tocar cosas. “Para eso tuvimos que pensar una escenografía integral y absoluta. Eso también nos llevó a hacer investigaciones respecto a la actuación. Construimos secuencias de situaciones que se pudieran repetir. De esta forma, el espectador podía entrar y salir en cualquier momento. El espectador tenía que decubrir e interpretar a partir de un recorte pequeño, un universo más complejo”, dijo el dramaturgo.

Estos animales grotescos que Mariano Pensotti ha ido construyendo a lo largo de su carrera, ya caminan solos. Habrá que seguirles el rastro.

Para más información:
www.marianopensotti.com

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