FEDERICO | Cap 8: “Ya despiértate, nene”

Por Vicky Caracoche

Federico intentará censurar sus fantasías pese a que la evidencia puede ser mucho mejor de lo que imagina.

Luego de quince horas de sueño espeso, Federico despertó bastante idiotizado. Miró por el ventanal y la noche estaba muda; el reloj marcaba casi las cuatro de la mañana. Se asomó al espejo y pensó que podría ser el primo de cualquier Telettubie: su cara estaba un poco deformada y no podía hilar dos palabras, ni siquiera en su pensamiento.

Tardó varios minutos en recapitular lo vivido en las últimas horas: el trabajo, Aníbal, su rodeo frenético, no dormir un día y medio, trescientas ochenta y seis fotos, Mavi Fridant.

Oh, Mavi. Un cosquilleo dulce le corrió por el cuerpo. Recordó su pelo, su sonrisa. Otra vez lo emocionaron las palabras que le susurrara tan sabiamente. Se dio cuenta que le gustaría ser su amigo. Sentarse frente a ella como un colegial sonriente y que le cuente los secretos de la vida mientras le sirve café con leche y dos de azúcar. Podrían salir a caminar y observar los detalles más hermosos de la ciudad comiendo manzanas acarameladas; podrían correr por un parque muy verde y reír a carcajadas sin sentido mientras se toman de las manos y juegan al helicóptero humano (el desbalance de sueño exagera las ilusiones de Federico). Está bien, con ser simplemente su amigo le alcanza.

Igual, se preguntó cómo sería debajo de la ropa que la cubría. Qué color tendría su piel en las partes que no suelen ver el sol. Qué forma dibujaría su ombligo. A él le gustan los ombligos más redonditos, ésos que dan la cara, son sexies.

Pero mejor no pensar esas cosas. Mavi fue una especie de ángel que se cruzó en su camino y cualquier pensamiento carnal sería contaminar su sagrada imagen (si ya hay indicios de religión, significa que el desbalance es más grave de lo que pensaba).

Volvería a la cama y por la mañana la llamaría; iría a visitarla con el producto de sus horas de insomnio y de paso, presentaría una cara más decente y sin rastros de lagañas en el ojo.

Cuando se despertó, hizo todo lo pertinente para recobrar su aspecto humano y arregló un encuentro con Mavi para esa tarde. Se puso nervioso cuando ella levantó el teléfono, pero luego la charla se dio tan naturalmente que hasta parecían compinches desde siempre.

Eso sí, qué bien sonaba su voz a través del auricular. Desde ahí fluía una nube de patchouli que envolvía a Federico con su cadencia y suavidad. Sus palabras – coloquiales y sin segunda intención– salían del tubo y enredaban a Federico pellizcándole todo el cuerpo. Tenía que pegarse sacudones para sacárselas de encima y no dar una impresión errónea.

Caminó tres cuadras hasta la parada del colectivo y esperó. Un sonido pegajoso y repetitivo empezó a instalarse en su oído con más protagonismo que los bocinazos y el ruido de la calle. Detrás suyo una pareja de adolescentes se devoraba de manera surrealista sin ningún tipo de tapujo. La escena era perturbadora pero Federico no podía concentrarse en otra cosa.

Se preguntó cómo besaría Mavi. Tenía los labios finos y delicados y seguro besó a muchos hombres en su vida. No podía evadir esa clase de elucubraciones; la verdad es que le gustaría al menos darle un besito, chiquito, para conocer la textura de su boca.

Subió al 127 y se sentó al fondo, al lado de la ventanilla, constatando fehacientemente que la pareja de sanguijuelas estuviera lejos de su vista y oído.

El hombre que se sentó a su lado sacó el diario de su maletín y comenzó a hojearlo, deteniéndose en una nota cuyo título: “Cada vez más hombres y mujeres gozan del sexo sin ataduras” llamó de inmediato su atención.

Malditas estadísticas. Federico venía con una muy mala racha y estaba sensible al respecto. Eso también lo hacía sentirse un poco Teletubbie. Era inevitable pensar en un encuentro con Mavi. La idea sobrevolaba recurrente en su cabeza y por más que tratara de eludirla estaba ahí, como una mosca que golpea siempre contra el mismo vidrio. Quería convencerse repitiendo como un mantra las palabras “amistad”, “simpatía”, “charla sobre arte y fotografía”, “intercambio”; pero ésta última era una trampa y el simple e inocente intercambio de opiniones devenía en otro de índole amatoria.

Se bajó del colectivo para caminar un poco y ventilarse. No quería llegar a la galería con toda la carga de fantasías dibujada en la frente. El entorno no colaboraba: grandes carteles de una marca de preservativos adornaban toda la avenida, sugiriéndole a gritos que compre una caja en el próximo kiosco. Además, en el aire se respiraba una falsa primavera, había parejas besándose en todas las esquinas y hasta los perros se perseguían unos a otros olisqueándose por un poco de cariño.

Federico dio dos vueltas a la manzana y finalmente, cuando creyó que ya estaba apto para entablar una conversación, golpeó la puerta del local. Un asistente fue quien lo recibió; por ende, saberse en compañía de otras personas bajó de un hondazo certero cualquier tipo de ilusión/elucubración/fantasía erótica.

Se sentó en el gran sillón que hace unos días contuvo su sueño y apareció ella, saludándolo con una gran sonrisa y bamboleando un vestido azul que le daba un toque de sacerdotisa hindú. Federico se levantó y se abrazaron con cariño. Era extrañamente hermosa, con los ojos profundos y unas arruguitas que aparecían cuando se reía y que insinuaban que había pasado los cuarenta.

Estaba ansiosa por ver las fotografías de Federico y fue lo primero que le dijo. Miró atentamente cada una de ellas y sus ojos se encendían con las que más la cautivaban.

Mavi era una mujer feliz y tenía fe en el arte, en el mundo y en las personas, y su optimismo sincero contagió a Federico. Encontró detalles y sensaciones que él no había visto y lo incitó a seguir trabajando.

– Ahora tenés que confiar en tu sueño. Él también te va a permitir crear. Sino la próxima vas a tener que salir con una bolsa de dormir- y ambos rieron a carcajadas.

Las horas pasaron y ninguno de los dos se dio cuenta, tan embebidos en su conversación como estaban. El asistente hacía un buen rato que se había ido sin que a nadie le importe. Comieron chocolates y abrieron una botella de vino mientras discutían sobre las propiedades insoslayables de la uva y su contribución a la humanidad.

Es que Mavi saltaba de un tópico a otro con una velocidad sorprendente y tenía gran variedad de temas, lo que fascinaba a Federico. Era divertida y sus respuestas y reacciones eran impredecibles; más aún cuando como castigo por haber opinado en contra de las brujas de los cuentos se le tiró encima y lo hizo callar de un beso.

Luego ella misma se convirtió en bruja y hechicera captando a Federico en el ritual de los cuerpos. La olla estaba preparada desde hacía un rato largo y despedía un humo encantador, pero se necesitó un tiempo para que la víctima cayera rendida.

Al son de los tambores del placer Federico y Mavi dieron inicio a la ceremonia con la danza del despojo. Entregaron sus almas a los dioses de la noche y el frenesí de la atracción los embarcó en un trance. Un rito primitivo para la tapa de los diarios, para alquilar balcones; un festín orgiástico digno de aplaudirse de pie y tirar rosas al escenario.

La maldición finalmente se había quebrado. Ahora ya no tenía nada que ver con ningún muñecote infantil, y eso lo tranquilizó.

Tirados en el piso y luego del viaje cósmico-corporal que disfrutaran juntos, Mavi le acarició la mejilla y se adormiló sobre su hombro. Federico hubiese querido mantener ese momento congelado para siempre.

Se sirvió más vino y agradeció al universo haberse encontrado con esta mujer. Pensó en que no interesaba si podría enamorarse de ella, sino en lo bien que le hacía en este momento presente. Se dio cuenta que no le importaba qué pasaría mañana, porque la realidad era esto que le estaba ocurriendo ahora, y no había pronósticos. No había conjeturas; ahora sí estaba bien despierto.

Otra vez se sintió libre y supo que Mavi lo ayudaba en esto, abriendo sus emociones y reavivando la fe en sí mismo. Ella era una mujer valiente y esto lo inspiraba por sobre todas las cosas: no conoce muchas personas que se hagan cargo de sus monstruos y los transformen en energía creativa.

Cerró los ojos y sonrió tranquilo; hacía muchas noches que no se sentía tan bien.

Si querés leer más de Vicky:
undiarioabsurdo.blogspot.com

Fotografía por:
Lux Noir
luxnoir.tumblr.com

¡Pasar al próximo capítulo!

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