FEDERICO | Cap 14: “Rescate emocional”

Por Vicky Caracoche

Al reencontrarse con su amigo, Federico se lanza en un periplo nocturno que le enseñará el reflejo de sus verdaderos deseos.

Era un día de celebración, Federico estaba entusiasmado.
Hace tiempo que no veía a Alejandro y esa tarde festejaba su cumpleaños. Era un buen motivo para volver a verse y tomar unos tragos; aunque sea un sábado a las cinco de la tarde, lo que le dio algo de pereza.

Desde que se conocen, en quinto grado, Federico asistió a todas las fiestas de su mejor amigo. En total, diecisiete. Cada año diferente. Partidos de fútbol, magos o algún payaso malabarista en la niñez. Fiestas tipo asaltos con cuarto oscuro en la preadolescencia. Ya más crecidos bares, chicas y borracheras, siempre. Una vez terminaron tan mal que Federico se durmió en el 60 y el chofer lo sacudió en Pilar para decirle que se tenía que bajar, aunque ése es un episodio que prefirió archivar en “momentos dudosos”.

Esta vez, el festejo sería en el departamento de los suegros de Alejandro. Cuando hablaron por teléfono y su amigo le dijo la frase puntual “en la casa de mis suegros”, Federico abrió enormes los ojos e hizo un mortal imaginario en el aire. Percibió la esencia misma de la chiripiorca.
Quedó impactado con la velocidad de familiarización de su amigo. Ya tan formales y Federico casi ni la conocía; apenas recordaba que se llama Gabi.
Subió hasta el noveno piso. Una señora muy amable ya lo esperaba con la puerta abierta y lo invitó a pasar.
Entró a un living enorme con gente desconocida y Alejandro al verlo fue a su encuentro. Se saludaron y Federico le dio el libro que había elegido como regalo.

– Fede – le dijo Gabi sin decir hola – me olvidé de pedirte que traigas la cámara, así que mi hermano va a sacar las fotos, está bien? – Federico hizo un gesto de “no me importa”. Su sola presencia lo incomodaba pero aún no sabía bien por qué. No entendió el comentario ni esa confianza pseudo amiguera que mostró.

– Veintiocho pirulos, eh? – dijo Alejandro con una semi sonrisa –. No podría estar mejor, eh? No podría, seguro. En la mesa tenés de todo para comer y tomar, andá y servite, esto es muy así – y mientras lo decía su novia se lo llevaba del brazo para la otra punta del living.

Se dio cuenta que Gabi tenía algo de gnomo entrometido y era eso lo inquietante. Era como despertar una noche de pesadilla y que una muñeca de ojos desorbitados te mire a los pies de la cama.
Había confiscado alma y cuerpo de Alejandro con una rapidez admirable. Era raro verlo ahora en los asados de amigos, o en cualquier otro momento. De hecho, Federico fue el único invitado del grupo y salvo a los padres, no conocía a nadie más en la reunión.

“Reunión” – pensó sarcástico mientras se acercaba a la mesa de comidas-. “Catering” – prosiguió mientras degustaba un canapé-. “Wedding planner” – y su mirada se dirigió suspicaz a Gabi mientras mezclaba sanguchitos y vino espumante.

Federico tenía ganas de parrandear, había venido muy en ese tono, pero la situación era diferente.
Miró a Alejandro sentado en el sofá gris perla de la mamá de Gabi, en este living rebosante de cuadros de paisajes naturalistas y libros de cuero, junto al gnomo y otra pareja. Advirtió algo en su amigo. Una presencia ausente, la mirada extraña.
Se sirvió más champagne y se asomó al balcón. No sabía con quién hablar, pero cerca tenía una chica muy interesante.
Enseguida recordó lo mal que se está llevando con Catalina y se ofuscó. No tenía ganas de pensar, no tenía ganas de pelear, y era todo lo que hacían últimamente.

Alejandro lo sorprendió con una botella y otra copa y sirvió a ambos. Luego quedó en silencio y con una cara muy seria. Federico buscó algo gracioso para decir pero no supo qué.

– Eeeeh… Salud! Brindo por vos y por… bueno, por… – su amigo ni se inmutó y esto lo hizo dudar-. Brindo por todo, no? Está todo bien?.

– Todo perfecto, muy bien organizado, Gabi se encargó de todo, a ella le encanta. Sí, salud, salud. Ahora está organizando nuestras vacaciones. Dónde vamos a ir, cuándo, ella arma todo. Bárbaro, bárbaro, la verdad, mejor imposible, perfect….

– Qué los cumplas feliz, qué los cumplas…

El inequívoco cantito interrumpió este monólogo que descolocó a Federico. El tono de voz decía una cosa, pero el gesto y la mirada decían otra. Alejandro dio media vuelta con cara lunática y fue a soplar la velita.
Luego de los aplausos pertinentes y algunas frases incómodas que suele soltar la parentela, siguió el ritual de cortar la torta, besar al cumpleañero, servir más de todo, comer y beber.
Federico charló un rato con unos tíos desconocidos que lo felicitaron por su trabajo y le preguntaron si fotografiaba gente conocida.

Después el suegro acaparó a los presentes con una inagotable serie de anécdotas que hacían destornillar de risa a unos cuantos.
La chica interesante estaba más cerca. La veía concentrada en comer la torta sin enchastrarse y eso la volvía graciosa, además de muy linda. Podría hablarle; Federico se sintió tentado y se le acercó tres pasos.
En el mismo momento Alejandro, un poquito más entonado, lo tomó del brazo y se lo llevó a la cocina.
Sacó un par de cervezas de la heladera y se sentó en una banqueta, congelado por varios minutos. Luego se levantó de sopetón y empezó a caminar de un lado a otro. Tenía el aspecto de un zombie pero vivo. Sin dudas estaba pasando un momento muy particular. Desde el living llegaban las risas y comentarios de la performance.

– Vos viste lo que es este cumpleaños? – escupió Alejandro –. Esto no es nada. Estoy lejos. Estoy perdido de mí, de todo. Trabajo en una “empresa”, entendés lo que es eso? Soy un “señor”, pero soy un débil. Lo único que me faltó hoy es ponerme una “chomba” color caqui. Soy un esclavo, entendés la magnitud de la cuestión? Estoy parado en el TODO. Y yo no soy nada ni nadie – gesticulaba mucho con las manos y eso le daba el ímpetu de un político, pero en voz bajita –. Y ahora qué? – empezó a sofocarse y a resoplar-. Me ahogo, me ahogo. Salgamos ya de acá.

Alejandro salió apurado por la puerta de servicio. Federico corrió a buscar su campera y lo siguió. Se encontraron abajo y caminaron durante largo rato en silencio.

Hubiese querido estar más presente en la vida de su amigo durante este tiempo. Nunca lo había visto en una emoción así. Anduvieron por distintos bares y jugaron al billar.

– Soy una marioneta y no sé cuándo dejé que eso pasara. Aunque ahí te estoy mintiendo, ves? Eso hago todo el tiempo: miento. Miento un montón – le dijo mientras hacía una carambola –. Sabés dónde me voy a ir de vacaciones? A un tiempo compartido, entendés lo que es eso? – cada vez que Alejandro hacía esta pregunta realzaba su drama –. Y ni siquiera estoy enamorado – Estas últimas palabras fueron tan terminantes que ambos se sorprendieron –. Estoy donde no quiero estar pero yo me construí esto, este imperio de comodidad. Yo me hundo en mi propio barro.

Salieron de ahí y siguieron por distintos tugurios. La noche los acompañaba y el verano incipiente ponía un clima de fiesta en las calles.
Se emborracharon con ganas y Alejandro tiró el celular por el aire hasta estrellarlo contra el pavimento. Luego fueron a la casa de Federico y se tiraron a dormir como pudieron; ya eran casi las ocho de la mañana.

– Nunca la pasé tan mal en un cumpleaños – fue lo primero que dijo Alejandro cuando abrió los ojos y luego volvió a dormirse.

Se despertaron tarde a la tarde. Federico tenía un vendaval de llamados de Gabi, entre otros, solicitando el paradero de su amigo. Comieron galletitas con mayonesa, bananas y dos milanesas con mate. Estaban hambrientos. Se dieron una ducha y salieron al ruedo nuevamente. Empezaba a atardecer y era la hora especial del vermú.

– Vos decís que sos el rey de la mentira pero yo te veo igual – Federico reformuló–. Bah, en realidad igual no, pero en el fondo sos el mismo. Todo este circo o esta mentira de la que hablás no entiendo donde está.

– En mi cabeza está. Es mi realidad ahora, y al mismo tiempo es todo vacío, no hay nada en las profundidades, no hay océano, entendés lo que es eso? – liquidó la cerveza-. Tengo un puesto de jerarquía, una novia con una familia de jerarquía, soy un muñeco de torta de jerarquía. O peor, soy como un Ken infeliz, caí en lo más bajo de todos los muñecos imaginables. Sabés lo que sentí cuando rompí el celular anoche? Libertad sentí! Vos te das cuenta lo patético que suena eso? Entendés lo que digo cuando digo que no hay océano, eh? Quiero la profundidad de la vida, no esto. Esto me da tristeza, me dan ganas de llorar, hermano. No quiero estar seguro y ser un infeliz, no, no quiero. No te pasa esto a vos?

Federico asintió. Estaba conmovido por la sinceridad de su amigo. Fue como un sacudón inesperado. Siempre la búsqueda, era un lema. La superficie está bien para un rato, pero el deseo y la pulsión de bucear mar adentro de la vida se mantendría siempre. Alejandro había sentido la asfixia del vacío y despertó.

– Es hora de todo – dijo Alejandro y se paró bruscamente –. Hasta ayer preferí hacerme el boludo. Es hora de romper cadenas. Rompería todo en realidad, pero tranquilo – puso una mano en el hombro de Federico –. A ver qué me depara la vida. A la re mierda todo, y no sabés que aliviado me siento. Te juro que hoy, qué día es hoy? – miró su reloj –. Hoy, treinta de noviembre, volví a recuperar el respeto por mí mismo – suspiró y su mirada ya era otra, era él en realidad-. Chau hermano, te llamo.

Terminó el vaso y se fue, tambaleando, a encontrarse con su nueva vida. Cada cumpleaños fue distinto. Este fue el más importante, al menos hasta el siguiente.

Federico se quedó en un rincón del bar. Se imaginó las escenas venideras con los personajes de la farsa y Alejandro, firme, enfrentando la tormenta y abrazando otros rumbos.
Pensó en las cadenas, en el océano y en la sensación de estar atrapado. En la valentía de asumir los cambios. Fueron tan contundentes sus palabras que se sintió dichoso e inspirado. Al mismo tiempo, una sensación agridulce lo embargó.
Él también se mentía a sí mismo. En muchas cosas. Prefería mirar para otro lado o que se resuelvan solas pero no paraba a observarse o preguntarse qué quería de verdad.

Se quedó un largo rato sentado, reflexionando con la mente en blanco.
Ya era hora de sumergirse en las profundidades de sus deseos.

Si querés leer más de Vicky:
undiarioabsurdo.blogspot.com

Fotografía por:

Ines Rodriguez
cargocollective.com/inesrodriguez

¡Pasar al próximo capítulo!

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