El hombre suburbano

Por Vicky Caracoche

Un repaso por esta película de los hermanos Coen, empapada de dulces voces folk y una galería de personajes extravagantes.

La primera canción que oímos en boca de Llewyn Davis pregona “no me importa el ahorcamiento, sino estar tanto tiempo en una tumba”. Él es un artista que sobrevive como puede.
Corre el año 1961 y la música folk sigue su expansión. La movida nocturna neoyorkina da lugar a una variedad de exponentes con una audiencia atenta y variable.
Llewyn canta por las noches por algo de dinero. Canta siempre que puede, a veces obligado. Vive un presente desolado y una carrera en picada. Es un artista sin techo, sin dinero, y parece que sin futuro.
Es el héroe gris y melancólico que al igual que tantos mortales persigue su sueño de ser lo que quiere ser, sin tener que atarse a obligaciones impuestas por una sociedad decadente.
Sólo puede vivir el hoy (no le queda otra) tratando de apartarse de un pasado amargo y cargado de penas, pero el futuro no se puede intuir. Ni siquiera sabe dónde dormirá esta noche.
¿Qué expectativas tiene si deja su escarpada carrera? Abandonar y volver a la marina mercante sería como dejarse morir en vida. Sería “simplemente existir”.
Ese es el nudo conceptual que mueve este film. La mera existencia o la trascendencia, para uno mismo y quizás para los demás. Pasar por la vida y no protagonizarla, no luchar por eso que nos apasiona. Ser espectador y cordero, hijos de la abulia y el sistema.
Llewyn también recibe la generosidad de amigos que quieren cuidarlo, pero él es como es y no censura su temperamento ni su accionar. El azar y su negligencia se combinan para complicarle la vida y todo lo bueno que puede sucederle. Como el gato que lo acompaña forzadamente, único ser vivo con quien empatiza.
Una cantidad de personajes contundentes rodea al protagonista, volviendo su vida más revuelta e inverosímil. En oposición a esto, un círculo temporal se cierne sobre la historia: a pesar de su vida inestable, una rutina absurda lo atraviesa.
Existe una decisión estética que acompaña al personaje. La película es sepia, y gris, y nublada, porque él también lo es. El crudo invierno, que perfora su ruinoso saco, termina de componer el cuadro. La melancolía se instala desde el color a las melodías todo el tiempo, en contraste con sus diálogos absurdos o punzantes.
Por suerte está la música, la otra protagonista. La dulzura folk en la voz de Davis completan una banda de sonido exquisita, en la que las canciones fueron grabadas originalmente por el elenco.
Así transcurre la vida de Llewyn Davis, entre el ser y el sobrevivir. Aunque quizás, escuchar a un joven Bob Dylan cantar después de él sea un signo de buena suerte.

Ficha técnica de la película:

Película: “Inside Llewyn Davis” (EE.UU 2013, 105 min.)
Dirección y guión: Joel y Ethan Coen
Elenco: Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Ethan Phillips, Garrett Hedlund, Justin Timberlake y otros.
Dir. de Fotografía: Bruno Delbonell
Montaje: Roderick Jaynes
Producción musical: T-Bone Burnett y Marcus Mumford

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