Persevera y diseñarás
Por Mai Scalisi y dreamstates.tv
Si bien el Romanticismo data del siglo XVIII, aún el estigma del enviado / elegido con superdotes sigue vigente. En la entrega anterior te contamos cómo ésta idea se derrite a la luz de un festival como es TRImarchiDG, en esta segunda parte te acercamos los consejos y experiencias que desmitifican el papel del diseñador.
La experiencia-TRImarchi trata de la paradoja de idealizar a simples terrestres que, frente a un micrófono y miles de visitantes, corren el velo de su proceso de trabajo: alguna vez ellos estuvieron en la misma situación que nosotros. Alguna vez pasaron la crisis de la hoja en blanco, no llegaron a alguna entrega o se preguntaron por qué no se inclinaron por la plomería.
Como Catalina Estrada que “No sabía que la ilustración era algo de lo que se podía vivir” y frente a la publicación de Gestalten se sorprendió porque “no sólo me quieren publicar el trabajo sino que quieren pagar”. Son estas declaraciones las que, además de recordarnos que los placeres también reditúan, ajustan la brecha entre el “soy” y el “quiero ser”. Es por eso que cuando la ilustradora colombiana cuenta que en sus viajes se la pasó “borracha con una botella de vodka en el bolsillo” la ovacionan. Porque Estrada, que comenzó haciendo pequeños trabajos freelance para fiestas electrónicas a las que no asistía, aplicó uno de los tres consejos que nos deja Castelao en TRImarchiDG: no cansarse de tocar puertas. Digamos que mandó cuatrocientos noventa y dos emails, de los cuales noventa y cinco fueron rebotados, trescientos no fueron respondidos, quince no cumplían con el perfil, diez finalmente eran trabajos pero de los que sólo se podía rescatar la ganancia monetaria y dos, sólo dos, eran trabajos que le llenaban el espíritu, que le daban lugar a su libre expresión, trabajos que le permitían mostrarse con todo su potencial. Si bien esos famosos diez fueron hechos para poder comer en Barcelona mientras hacía el curso de ilustración que la había llevado a tomarse el tren desde Francia, “Cada uno tiene que encontrar sus pasiones” y Estrada la encontró, no por casualidad hoy por hoy se dedica de lleno a la ilustración, profesión que demanda tiempo, amor y perseverancia.
Entender de qué consta la Experiencia-TRImarchi no es un dato que devenga de saber que los primeros tres posters de Firehouse fueron a los Stone Temple Pilots, Superchunk y The Mighty Mighty Booster. La acumulación de datos duros no tiene mérito si no se comprende que Sperry, antes de ser una máquina de brutales posters y trabajar para bandas consagradas, es un tipo con ideales que tomó un rol de compromiso a lo largo de su carrera y lo expresó bajo la sátira de la política norteamericana.
Tal como Sperry, Emory Douglas se involucra en la bisagra que se genera entre el diseño y lo político, en la que el compromiso corre con ventaja y el diseño, sin dejar de lado su sentido estético, actúa como herramienta de denuncia. Una pantalla proyectaba en grandes dimensiones pequeños planos detalle de sus ojos acristalados mientras se proclamaba “Se puede asesinar al revolucionario pero no a la revolución”.
Si por un momento nos detenemos a cuestionar qué sería de los diseños de Douglas sin su concientización sobre la igualdad, seguramente lleguemos a la conclusión de que no sería lo mismo. Éste es el banquete al que nos invita TRImarchiDG. Cuando aplaudimos de pie al ministro de cultura de las Panteras Negras, ¿aplaudimos el buen uso de la modulación de la línea? ¿La síntesis que logra en sus ilustraciones? ¿El juego de planos? ¿El uso de la ley de frontalidad egipcia? o reconocemos que sí, que todo esto es sumamente importante, pero anterior a su capacidad de comunicar existe el espíritu de lucha frente a la hipocresía de una época. La fuerza de su comunicación proviene de anteponer el “qué” frente al “cómo”.
Es por todo esto que cuando damos la espalda al escenario y nos esparcimos entre las penumbras del espacio circular, lo que se repite en nuestras cabezas no es la técnica, sino es el mensaje. No es la forma, sino el contenido. Por eso, si conocer las funciones del buscatrazos no es una postura frente al mundo, entonces es hora de preguntarnos ¿Qué es lo que tengo yo para decir?
¡Hasta la próxima entrega, muchachada!
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