Yo tenía una cabra
Por Chava
Le quattro volte es, tal vez, una de las opciones más interesantes para ver en esta edición del Bafici. Con un registro que se asemeja al documental, esta película del cineasta milanés Michelangelo Frammartino, sobresale por su cambiante punto de vista.
Le quattro volte es, tal vez, una de las opciones más interesantes para ver en esta edición del Bafici. Con un registro que se asemeja al documental, esta película del cineasta milanés Michelangelo Frammartino, sobresale por su cambiante punto de vista. La cámara comienza mostrando la rutina de un paseador de cabras en un pequeño pueblito calabrés, en la punta de península de Italia. En este lugar, situado casi en el culo del mundo, está este hombre cuyos días se parecen entre sí. Su rutina es acompañada por ataques de tos, que combate con una medicina particular: cada tanto va a la iglesia y le paga, con leche de cabra, a la barrendera para que le de un poco del polvo que ella barre del suelo. Por las noches, el viejo pastor diluye ese polvo en un vaso de agua, y se lo toma. Así un tiempo hasta que, un día, muere.
Ese día, la cámara deja de acompañarlo y se traslada al punto de vista de su perro. Un perro guardián que cuida las cabras, pero que le ladra a la gente y se manda cagadas. Su perspectiva se torna graciosa cuando persigue a los integrantes de una celebración de un via crucis y luego, cuando se le escapan las cabras. Y con este episodio, la película cambia nuevamente la perspectiva canina por la de una cabra recién nacida. Muestra el día a día de este animal, hasta que la pequeña cabra se separa del resto del grupo, y se pierde. La última perspectiva, que completa las cuatro enunciadas en el título, es la de un árbol. Se muestra el tiempo a través de un pino que es cortado, luego usado como palo enjabonado en un juego y, finalmente, convertido en carbón. La vida de estos cuatro “personajes” es narrada con simpleza. La cámara se detiene en cada detalle, desde el pelo del hombre hasta la hoja del árbol. Las acciones son lentas, y no hay grandes sucesos. Ni siquiera la muerte, ya que no se muestra trágica ni mucho menos.
Todo sucede en un pueblo hecho de piedras, cuyo nombre no se dice, y en él el paso del tiempo es protagonista. O mejor dicho: el ciclo de esa comunidad es protagonista. El primer plano de la película muestra la humareda que desprende un horno de carbón, y termina con la construcción de un horno igual a ése. Del nacimiento a la muerte. Y en el medio entre una y otra, la película, filmada en 35 mm con un predominio de planos fijos, destaca el detalle. Pero, por una interesante conjunción de planos, no aburre sino que, por el contrario, cada situación resulta emocionante. La trama no destaca grandes acontecimientos sino cuestiones más esenciales a través de una mirada que muestra la poética de lo pequeño y logra comunicar en el silencio. La palabra, esa construcción de sentidos y símbolos, queda al margen ya que en la película no se habla.
Para los cinéfilos que no saben qué película elegir en el Bafici, pueden verla esta semana dentro de la competencia internacional. Y sino, don´t worry, que seguramente será estrenada en Argentina.