Más allá de las patologías urbanas
Por Sofía Castaño
Sofía Castaño nos presenta la puesta de “Bicicletas, o de cómo en movimiento se llega al equilibrio”, de Micaela Fariña.
Propongo la hipótesis de que todos somos relativamente aburridos, relativamente previsibles y que hasta nuestras mayores originalidades son relativamente reducibles a un par de principios psicoanalíticos. Incluso si sos Lady Gaga, desayunás casi todos los días lo mismo y tus amigos ya conocen todos tus chistes.
Pero si me encuentran de buen humor también puedo proponer la hipótesis de que todos somos intrínsecamente originales, relativamente desafiantes, potencialmente revolucionarios y que hasta en nuestros comportamientos más estereotipados puede distinguirse nuestro sello personal. Incluso si hacés todos los días exactamente lo mismo y tu rutina se parece a la de millones de personas, tu forma particular de ver el mundo convierte tu vida en una obra de arte única.
Cualquier historia o cotidianeidad puede convertirse en lo más aburrido o en lo más interesante según cómo lo contemos. Por eso en el teatro, como en otras formas de ficción, lo que se cuenta no suele ser tan importante como la forma en que se cuenta. Y por eso ahora no voy a resumirles en pocas palabras las tres historias que cuenta Bicicletas, o de cómo en movimiento se llega al equilibrio: si las cuento al estilo de reseña, son historias que no dicen mucho, una seguidilla de clásicos (en la vida o la ficción) conflictos urbanos. Lo interesante de Bicicletas… es la forma en que esas historias llegan del personaje al espectador, los diversos tonos y velocidades que toman los relatos y el casi constante ruido y movimiento de pedales, cadenas y ruedas.
Las bicicletas justifican su presencia principalmente por su uso visual y sonoro, además de su aparición más o menos protagónica en las anécdotas relatadas. No puedo encontrar en ellas una metáfora del movimiento y del cambio (de lugar, de punto de vista, de objetivos) porque es difícil encasillar estas tres historias como un relato de cambios o recorridos, y tampoco podemos utilizar la metáfora opuesta, decir que en los tres casos se trata de personajes que se mueven sin cambiar de lugar. Tampoco puedo verlas como símbolo del movimiento necesario para llegar al equilibrio, como señala el título, ya que ninguno de los personajes llega a ningún equilibrio. Como mucho puedo permitirme el recurso de la analogía, esas bicicletas fijas en el escenario que no llevan a nada, de la misma forma que estas historias no llevan a nada, no llevan a la superación personal, ni al éxito, ni a la tragedia ni a la moraleja. Son historias porque sí, que podrían parecer la simple descripción de tres típicos personajes urbanos, con sus previsibles patologías y formas de enfrentarlas, pero la forma que toman las convierten en ventanas hacia maneras particulares de ver el mundo. De ahí, de la forma (que en el teatro toma múltiples dimensiones), surge la posibilidad de sumergirse en el placer de contar y escuchar historias.
Bicicletas, o de cómo en movimiento se llega al equilibrio
Dramaturgia y Dirección: Micaela Fariña
Elenco: Rosario Alfaro, Belén Amada, Pablo Cusenza
El Estepario Teatro, Medrano 484
Viernes 21 hs