El teatro que ataca
Por Sofía Castaño
Sofia Castaño visitó la sala del Teatro Beckett para ver “El grado cero de insomnio”, de Emilio García Wehbi.
Todo en El grado cero del insomnio es atractivo, aunque no se cuente una de las historias que tanto nos gusta ver, aunque la ficción (que también nos encanta) sea muy inestable, aunque un grupo de chicas (Erinias, deidades aterradoras, alias Furias) se pasen más de una hora aleccionándonos en contra de nuestras malas costumbres ideológico-estéticas. Puede atraerte también por el título, por el afiche, o por el director, que debería provocar, como mínimo, tu curiosidad. Si conocés a Žižek, el filósofo que aparece pintarrajeado en la foto, hay un incentivo más. Žižek es el tipo que nos pone en evidencia con nuestra falsa ideología que se queda en los discursos, con nuestros consumos culturales que son un espejo de esa falsa ideología, falsa tolerancia, falsas experiencias, falsos placeres, falso todo (estoy parafraseando burdamente, por supuesto). Una obra donde las Furias se basan en sus ideas para criticar sin piedad casi todo el teatro porteño actual, que nos encanta (ningún espectador de esta obra pierde su virginidad teatral aquí, todos somos habitués, o como mínimo, simpatizantes), así como nuestra corrección política de pequeño burgueses pseudointelectuales, ésto sólo puede ofrecer un placer masoquista. Porque incluso si estamos de acuerdo con parte de las cosas que dicen las Furias, vamos a seguir viendo ese teatro.
Dado que la obra me encantó, podría dedicar las últimas líneas de este texto a explicar por qué: el ritmo, la utilización de recursos específicamente teatrales en algo que podría haberse convertido en una simple conferencia, la forma en que conceptos abstractos y ejemplos concretos se iluminan mutuamente. Pero hay un problema: El grado cero… critica lo que llama “teatro de living”, no sólo aquel que ocurre en un living y muestra las miserias cotidianas de familias disfuncionales, para que nos sintamos más o menos identificados, sino todo el teatro pensado para satisfacer a la clase media, dejarla contenta sin cuestionarla. Pero eso es justamente lo que ocurre con el público de esta obra, aunque se lo insulte directamente. Aplausos de pie, sonrisas y “vamos a tomar algo”. Incluso los pseudointelectuales nos sentimos más intelectuales porque ya habíamos leído a Žižek o porque ahora sabemos quién es. Entonces, ¿hasta qué punto esta obra no es parte de aquello que critica? La duda no es sólo si en este caso se logra desafiar al público del teatro porteño, sino si eso es posible considerando que cada obra encuentra su público afín.
Salir a decir las verdades de frente es uno de los recursos más antiguos de nuestro teatro: en el teatro de living siempre hay una hija que cerca del final enfrenta al padre autoritario y ventila sus angustias con furia. Acá el padre autoritario somos nosotros, pero el recurso es el mismo. Por otro lado, aunque la ficción sea débil (con actrices que dicen su nombre, constantes apelaciones al público y referencia al contexto teatral) sigue siendo una ficción: estas chicas no cortaron la calle para explicar sus opiniones a los transeúntes. Están actuando de Erinias enojadas, no sabemos qué piensan ellas. La obra plantea explícitamente su postura “de género”, por eso se incluye la denuncia de las famosas muertes cada 30 horas y de los micromachismos cotidianos. Pero a fin de cuentas quienes hablan acá son dos hombres: Žižek y García Wehbi. Ellos “dan permiso” a las actrices para hablar. Sus bocas, sus gestos, sus tetas y su pis son usados para expresar ideas que (al menos hasta donde sabemos) no les pertenecen.
No soy tan ignorante como para acusar a García Wehbi de machista, sólo señalo que es difícil hablar de género sin especificar qué género es el que habla. Y que es tan difícil sacudir a la clase media de su consumo pasivo (de bienes culturales o de los otros), como escapar de la trampa de la corrección política. Pero el dramaturgo sostuvo en numerosas ocasiones que la escena debe ser un espacio para correr riesgos. El grado cero… corre riesgos no tanto por citar a un pensador aceptado mundialmente, ni por criticar salvajemente el trabajo de colegas, ni siquiera por insultar al público, sino por todos estos problemas que plantea al espectador.
El grado cero del insomnio
Autor y Director: Emilio García Wehbi
Elenco: Rosario Alfaro, Camila Carreira, Erica D’Alessandro, Mateo De Urquiza, Alejandra Ferreyra Ortíz, Soledad García, Cintia Hernández, Victoria Hernández, Mariana Moreno, Marina Otero, María José Salinas
Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556
Sábados 23 hs
Reservas 4867-5185